Historia
Hasta la primera mitad del siglo XX la asistencia en salud mental estaba centrada en hospitales psiquiátricos, cuyo fin era principalmente mantener controladas a las personas internadas por considerarlas peligrosas para sí mismos o para terceros.
Este modelo alejaba a las personas afectadas del resto de la sociedad, generando aislamiento, discriminación, estigmatización y una pobre recuperación de la enfermedad. Esta forma de organizar los servicios en salud mental se llama modelo asilar. Este modelo fue fuertemente criticado, no solo por la pobre evidencia de mejoría que mostraba, sino también porque eran un espacio constante de violación de los Derechos Humanos de las personas que allí estaban.
En la segunda mitad del siglo XX, al terminar la Segunda Guerra Mundial las críticas al modelo asilar comenzaron a hacerse más potentes.
Dos hechos fueron significativos en el cambio de rumbo de la asistencia psiquiátrica.
Para los años 50, en Inglaterra Maxwell Jones puso en práctica una experiencia de “comunidad terapéutica”, comienza a usarse el concepto de “Psiquiatría comunitaria” y comienza a incluirse la rehabilitación de los pacientes con actividades laborales de tipo industrial.
Comenzaba el declive del modelo asilar, lo que significó una transformación en los servicios de salud mental que de ahora en más permitirían la salida de sus pacientes del hospital y consideró la resocialización como un elemento relevante dentro del tratamiento.
Desde 1990 hasta la actualidad, existe un claro énfasis en el modelo ambulatorio/comunitario, modelo recomendado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en su Declaración de Caracas (1990) en la que se enjuicia al hospital asilar en consideración a cuestiones clínicas, sanitarias, institucionales y éticas y se recomienda a los gobiernos superar ese modelo para avanzar hacia uno comunitario que considere la inserción social de la inserción social de las personas. La Declaración sostiene que: los recursos, cuidados y tratamientos de las personas con trastornos mentales deben garantizar su dignidad y sus derechos humanos y civiles, proporcionar tratamiento racional y adecuado, y esforzarse por mantener a esas personas en la comunidad.
En Chile, con la dictadura militar se detuvieron los avances en salud mental que el país había experimentado. Con la vuelta a la democracia y en respuesta a la Declaración de Caracas, Chile comienza una discusión política sobre las propuestas, lográndose un consenso a favor del cambio al modelo comunitario que quedó plasmado en el Plan Nacional de Salud Mental puesto en marcha el año 1993.
En el Plan Nacional del año 2000 el Ministerio de Salud de Chile refuerza su opción por el modelo comunitario en salud mental para el decenio 2000-2010.